Todo comenzó cuando el sábado 14 del corriente, en vísperas del día del padre, personal de Bromatología, Control Urbano y policías se hicieron presentes en la plaza ubicada en calle 152 y 36, donde los puesteros ya se disponían a ubicarse para vender sus productos. Pese a la insistencia de los vecinos, las autoridades locales explicaron que no cuentan con permiso para trabajar en el lugar, por lo que no dejarían que se instalaran.
«Nos cuesta llegar a fin de mes, somos familias que venimos a vender comida, ropa y lo que se pueda para sobrevivir. Estamos viviendo una crisis que nos está matando, y no nos dejan trabajar», aseguró una de las feriantes, que desde hace tres años llevan adelante este emprendimiento que comenzó tímidamente en la pandemia y luego creció exponencialmente.
«No venimos acá porque nos gusta», explica otro de los puesteros. «Estamos acá porque necesitamos comer, y para comer tenemos que trabajar. Queremos que el municipio recapacite y nos den un lugar para poder trabajar, nada más», indicó.
En la tarde del jueves realizaron una sentada en la plaza reclamando que vuelvan a permitirles a trabajar y dos días después, en la mañana de ayer, volvieron a intentar armar sus puestos pero de vuelta el personal municipal se los impidió. Como modo de protesta, estiraron sus mantas pero sin poner mercadería a la venta, como indumentaria, accesorios para celular y alimentos.