Este suceso con final feliz tuvo lugar cerca de las 11.30 en 330 bis casi esquina Joaquín V. González, a pocas cuadras del Museo del Transporte. Allí el agente capitalino se encontraba vestido de civil. La víctima del asalto fue sorprendido por dos motochorros a bordo de una moto blanca de gran cilindrada que venían de cometer de otros dos robos, según informaron fuentes del caso.
Estas indicaron que los delincuentes apuntaron con su arma al hombre, pero no se imaginaron que iban a toparse con uno que es policía, y este efectivo se hizo respetar, tomó su arma reglamentaria y se enfrentó a tiros con estos bandidos.
El resultado es obvio: Uno de los malhechores terminó baleado para luego yacer con su moto echado en una zanja y con su DNI anulado. El otro, pudo correr aún con disparos en la pierna e intentó pedir ayuda a personal de Patrulla Urbana y Defensa Civil. No tuvo éxito, y paró en una zinguería de Laprida entre Ricardo Rojas y Joaquín V. González y se victimizó diciendo que "le querían robar y le mataron a un amigo a pocas cuadras" y pidió que llamen a la policía.
La policía llegó pero no para dar crédito de su relato poco creíble, sino para detenerlo por ser el cómplice del ahora ajusticiado. Fue trasladado a la comisaría 9°.
Los efectivos a cargo de la investigación secuestraron unos bolsos y carteras que habrían robado los delincuentes a al menos dos personas en sus delitos previos al intento de asalto al policía. Además, incautaron el arma del fallecido, que sería una réplica.
Intervinieron en el lugar personal del SAME, que constató la muerte del maleante, Defensa Civil, efectivos del Comando Quilmes Oeste y de la seccional 9°, además de un equipo de la fuerza capitalina. Cerca de las 13.30, personal de Policía Científica retiró el cadáver del pistolero.
La causa quedó en manos de la fiscal Mariana Curra Zamaniego, de la UFI N°6 de Quilmes, quien hizo su trabajo como se debía y sostuvo que el efectivo actuó bajo legítima defensa.
En síntesis, por intentar cometer una misión suicida como la de asaltar a un policía, dos motochorros terminaron presos: Uno en el calabozo de la comisaría por un tiempo, y el otro, de por vida en uno de los mejores penales de máxima seguridad: El cementerio. Y con el mejor guardia cárcel: El sepulturero.
